sábado, 20 de marzo de 2010



El Tren Temuco a Carahue
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locomotora-temuco

Compartir un relato sobre el transcurrir de un tren es fácil, cualquiera puede hacerlo. Incluso decir que la vida es como un tren, donde unos suben y otros bajan. Pero si la persona que narra estuvo metida en el cuento ahí la cosa es diferente.

Dicen por ahí que “recordar es vivir”, por eso es que a veces me quedo supremamente quieto al extremo que mi esposa pasa su mano frente a mis ojos y me toca y yo le digo: “estoy más vivo que nunca” tranquila.. Ahh, me dice: “está haciendo replay”. Exactamente ayer me sucedió eso. Ubicado en el túnel del tiempo en mi casa de Temuco-Chile de Calle León Gallo esquina Carrera, como a 6 metros de la línea ferroviaria Temuco, Imperial, Carahue.

Era una Lote esquina de 25 por 50 metros, de estrato más bien bajito. Siendo así, mi padre se esmeró por darle una forma diferente a la casa. Parecía sacada de un libro de cuentos. Totalmente de madera, tipo chalet y a un costado un torreón, obviamente redondo, con ventanales de mirador por los cuatro costados. Tenía hasta subterráneo, donde las gallinas se escondían a poner sus huevos. Cada vez que pasaba el tren la casa se estremecía con el ruido. Mejor dicho cuando el tren pitaba antes de la cruzada de calle Prieto se escuchaba clarito su canción que era un desafío: “¡QUIEN ME ATAJA,QUIEN ME ATAJA,QUIEN ME ATAJA”!.

Mi padre era todo un señor. Pero siempre fue un buen padre de fin de semana y nos quisimos mucho. Como hasta mis 9 años de edad vine a enterarme que era viudo y que tenía un hijo y una casa grande en Nueva Imperial. A veces venía en su automóvil a visitarnos, un carro que ya era viejo en esos tiempos pero que nos hacía muy felices a todos en casa. Todos éramos mi madre, mi abuela y yo. Pero generalmente mi padre llegaba los sábados por las mañanas casi a las nueve Am en el tren. Y como la casa tenía puerta trasera que daba al patio, a la línea férrea ahí me quedaba yo siempre pegado como hoy…como una estatua, es decir, tratando de captar el refrán del tren: “quien me ataja, quien me ataja”. A veces iba y pegaba la oreja al riel hasta que escuchaba el grito de mi madre llamándome muy asustada para premiarme con un correazo de una maleta de fuelle que tenía. Otras veces subía a los miradores de la casa y le hacía señas a mi vecino Carlos para que viniera a mirar el espectáculo mientras llegaba el tren que traía a mi padre: El sol y la brisa del sur, con su gran fuerza, empujaba las nubes sobre el Cerro Conun Huenu despejando el horizonte para que nosotros pudiésemos ver el cinturón de volcanes que nos rodeaba. Una vista privilegiada. Nos quedábamos boquiabiertos viendo cómo el Río Cautín que estaba súper crecido se abría paso y que su hijo Pichi-Cautín también arrasaba con todo con gran fuerza. Siempre fue así. Aun después que se tomaron los terrenos aledaños fundando la Poblacion Pichi Cautín. Porque eso fue una invasión. No les importó el agua, porque la necesidad de casa era superior. Me consta que sufrieron mucho en esa población. Siempre para las inundaciones colaborábamos en el bote del Walo a rescatar enseres y hasta muertos.

Tal parece que el tren de Temuco-Imperial.-Carahue se metió dentro de mi torrente sanguíneo porque hoy, cientos de años después al despertar cada mañana me quedo quieto a ver si escucho su “tracatrás –tracacrás”.

En esa casa con tan hermosa vista casi siempre teníamos visitas, especialmente de apellido Candia. Los hermanos de mi madre que eran 4 y su única hermana que también vivía en Imperial. De vez en cuando venían a saludar algunos Candia de Temuco, siempre tan amables y queridos. Recuerdo una ocasión especial que llegó a mi casa un señor preguntando por mi padre que no demoraría en llegar en el tren. Dijo llamarse Francisco Coloane y que también iba a esperar ahí a un amigo y que saldrían juntos al centro a una reunión. Al poco rato el amigo llegó con manta argentina y yo no sabía quien era. Luego me enteré que era Don Pablo Neruda. ¿Cómo y por qué estaban en mi casa esperando a mi padre?. Después de muchos años pude averiguarlo con mi madre. Las reuniones eran todos los sábados en la logia. Tu padre es masón, me dijo mamá Orlanda. Nunca conocí a nadie que se llamara así como mi madre: Orlanda.. Don Pablo dijo que su mamadre también tenía apellido Candia. Él nombraba así a la señora que lo crió: Mamadre, y la adoraba.

Qué cosas que tiene la vida. Candia también era un fogonero del tren. Y a veces venía a casa a tomar onces. Muy seguramente algún primo. Pero este Candia fogonero del tren a Imperial era muy especial y generoso. Para comenzar, muchas veces al pasar el tren despacito hacia la cruzada de Prieto, nos arrojaba una paladitas de Carbón de Piedra, casi siempre caían dentro del patio y cuando no, otros vecinos también se beneficiaban. Poco a poco hice amistad con Candia, quien posteriormente ascendió a maquinista.

Como la casa tenía subterráneo como de 60 entímetros a un metro, obviamente lo utilizábamos para jugar y también para buscar huevos de gallina, pincharlos con agujas, sorberlos y dejarlos tal cual debajo de la gallina clueca. Mi madre decía que seguramente en el sótano había culebras…porque la gallina sacaba muy pocos pollitos.

Como son las cosas de la vida. Ese subterráneo extrañamente tuvo que ver con mis primero viajes y solo frente al mundo. Creo que ya tendría 10 añitos y había construido o arreglado un refugio con una “payasa” en el subterráneo y ahí me le perdía a mi madre que quería tenerme siempre “a la mano” porque ya había nacido Camilo y quería que yo fuera niñero. Me llamaba a gritos y yo callado en el subte. Cuando me pillaba alumbrando con una linterna le decía : “me quedé dormido”, lo cual no era verdad. Me tenía aburrido: Ronald por aquí, Ronald para allá, todo yo. A decir verdad poco ha cambiado mi vida al respecto y eso que hace muchos años falleció mi madre. Siempre dije que a veces la gente confunde “la buena voluntad” con la falta de carácter.

Lo cierto que ese subte producía todo tipo de miedos y misterios entre los amigos y vecinitos del barrio. Especialmente una vecinita que siempre andaba muy apegadita a mí y yo la invitaba que nos arrastráramos a buscar huevos de gallina, pata y ganza porque de todo eso había en casa y hasta el perro dormía en la puerta del subte.

Un día, como a las dos de la tarde, mi niña que ya tenía como 12 añitos y yo iniciamos una nueva exploración bajo la casa, y preciso nos topamos con la “payasa” (especie de colchoneta rellena de paja de trigo).Cuando ya habíamos conseguido como 6 huevos, ella hablando bajito me dijo con cara de complicidad: quedemos aquí y “juguemos al papá y la mamá”. De una vez nos acostamos y comencé a sentir la respiración entrecortada de mi amiguita en mi oreja y en segundos nos estábamos besando, eso creímos, porque nos dábamos besitos en toda la cara y a veces labios con labios. ¿Acaso alguien nos había enseñado besar? Nadie. Pudo más el instinto y nos confundimos en un abrazo pleno de amor y de deseo. Estaba preparándome para actuar como un niño varón y creo que algo alcancé hacer, porque tampoco nadie nos había enseñado como se hacía, y ella permaneció siempre con las piernas cerradas en ese momento comenzaron a buscar a gritos a Inés, mi vecina y amante infantil.

Como dicen aquí en Colombia, “¡que susto tan verraco!”. Los gritos de la mamá de Inés y también de mi madre subieron de tono cuando descubrieron que la niña tenía su faldita manchada de sangre y que yo también lo estaba y hablaban hasta de violación. Yo no sabía que era eso. A los gritos comenzaron a llegar los vecinos al chisme. No sé cómo, tal vez por instinto de conservación, corrí patio abajo, brinqué el cerco hacia la línea del ferrocarril y desde allá divisé a mi madre con la correa de fuelle de maleta antigua en la mano. Afortunadamente ella no me vio y corrí y corrí hasta el paradero del tren de la calle Pratt y allá me senté todo asustado tratando de limpiar mi ropita. Y fue en ese mismo instante que tome la primera gran decisión de mi vida…Así como estaba, solamente con lo puesto, yo me iría de esa casa ese mismo día para siempre. Y quedé allí en la parada del tren por horas. En mi subconsciente de niño asustado, ya había dibujado el plan.

Y luego de muchas horas de interminable espera hasta las seis de la tarde, asomó el tren a Carahue y preciso mi amigo Candia estrenaba su nuevo puesto de maquinista. El ruido de la locomotora no me dejaba hablar con él y a señas le pedí que se bajara y le expliqué que necesitaba ir a Imperial a casa de mi padre pero no tenía dinero para el pasaje, que me hiciera el favor de llevarme. Y de una vez aceptó hacerlo.

¿Cuándo en la mera vida un niño de 10 años había tocado siquiera una Locomotora? Apenas con la imaginación. Esa tarde casi noche yo me sentí maquinista manejando el tren. Y ni siquiera me di cuenta cuando llegamos a Labranza y Boroa. Sólo el pitazo con salida de vapor que me asustó mucho y el grito del nuevo maquinista Candia que me dijo: “listo amiguito, llegamos a Imperial, saludos a su padre”. “¡¡Muchas gracias amigooo!”, respondí.

Apenas puse el pie en el suelo soltaron un chorro de agua para la maquina que volvió a asustarme.

Y ahora ¿quÉ hago?, pensé. ¿Por donde será la casa de mi padre?. Sí sé que la Municipalidad está cerca de la estación y ahí trabajaba él como Secretario Municipal desde siempre. Ahhh, recordé que en el primer piso había un cine y me fui para allá. En casa siempre repetían un refrán: “Si a Roma quieres llegar, siempre debes preguntar”. Me demoré bastante pero el nombre de mi padre era muy conocido y respetado en Nueva Imperial. A toda persona que le pregunté si sabía donde vivía Julio Gutiérrez me decía : “¿Don Julio? Camine por aquí dos cuadras por Balmaceda y frente al banco, ahí es. Preciso, fácilmente ubiqué una ventana con luz porque ya era tarde y pegué mi cara de niño a ella y vi a mi padre que escribía mucho y que tenía un montón de libros a su lado. Después me contó que su verdadera profesión era Contador Público y que después del trabajo de la Alcaldía, llevaba libros de contabilidad de muchas empresas.

Al verme, la sorpresa de mi padre fue mayúscula. Sin preguntarme nada me dio de comer (siempre he sido muela brava sin ser gordo nunca).Luego volvimos a la sala (living) y para mí fue una sorpresa ver y oírle tocar en el piano suavemente música clásica y calmadamente me preguntó qué me pasaba que estaba tan callado. Y de una vez le solté todo el rollo. Mi “primera vez con Inés” y el susto tan re macho que tuve incluyendo la acusación de violación con sangre y todo.

Mi padre apenas sonrió y me tranquilizó, preparó una cama para mí. También era mi primera vez en esa casona. Y hasta conocí una nueva hermana que solo era hija de mi padre, siempre hasta hoy fue muy querida y amorosa conmigo.

Bien llenito y arropadito el niño enamorado de apenas 10 añitos, se durmió profundamente.

Medio desperté al sentir los golpes en puerta de calle. Mi padre se puso una bata y entreabrió los postigos de la ventana cuando dijeron en voz alta:”¡Don Julio..somos de la Policía!” Y yo me escondí en la cama bien tapado.” Para saber si aquí está Rony, un hijo suyo que vive en Temuco, porque su mamá fue a dar cuenta a Carabineros de Temuco y nos han llamado. Mi padre, que también era conocido de los carabineros, les respondió afirmativamente y que muchas gracias por haber venido a las tres de la mañana para comprobar solamente eso.

En esas circunstancias y con tan solo 10 añitos uno no piensa en consecuencias ni el dolor de una madre al perder a su hijo. Yo sólo pensaba en la correa de maleta vieja y las ronchas que dejaba en mis piernas.

A la mañana siguiente todo se aclaró. Mi madre llamó a mi padre a la oficina, medio medio escuché: “Mándame a Rony en el tren, que esté tranquilo, que yo fui a la policía sólo para que me ayudaran a buscarlo, que yo no le voy hacer nada. Y que no hubo violación. Aquí no entendí mucho y menos al final cuando mi madre que hablado duro afirmó: “que tranquilo, que no se preocupe, lo que pasó es que a la niña le llego su periodo”. Aquí quedé más colgado y preocupado aún. Hasta pensé que a Inés le llegó el periodo de jugar al papá y a la mamá más seguido. Bueno, por este lado me alegré porque bastante empeño que hice para no quedar mal.

El tren de la tarde para Temuco venía desde Carahue y pasaba por Imperial como a las doce y media. Ahí estaba yo en la estación de Imperial. Contento porque había visitado a mi padre, dormido en su cama, desayunado en su casa y hasta almorzamos juntos y de yapa me subí a un peral y comí peras hasta que se me borró el ombligo y ahora llevaba una bolsa de peras de agua para la casa. Esta vez sí sacamos pasaje y primero me fui a saludar al maquinista que ya estaba casi listo para partir, me despedí de mi padre con un beso y me senté en un puesto izquierdo. ¿Para que? Para que cuando pase el tren frente a mi casa tratar de ver si mi madre tendría en sus manos desde ya la famosa correa vieja de maleta de fuelle. El viaje se me hizo súper corto y cierto, ahí divisé a mi madre en la misma puerta que me pasé gran parte de mi niñez esperando el tren que trajera a mi padre. Pero ella no tenía nada en las manos, sólo levantó ambos brazos a manera de saludo, casi contenta diría yo y en un par de minutos bajé del tren en el paradero de Calle Pratt.

Llegué a mi casa, ingresé saltando el cerco por el lado de la lénea férrea y en carrerita me metí de una vez a mi refugio: el dichoso subterráneo. Y cuando mi madre dijo en voz alta: “qué le habrá pasado a Rony que no llega” ahí, desde mi escondite, me salió una media voz y dije: “hace rato que lleguéee”. Mamá Orlanda me dijo: “sal de ahí inmediatamente”. “No porque usted me va a pegar”. “Eso no es cierto, yo no te voy hacer nada.” “Si me lo jura salgo, le dije”. “Bueno ya; te lo juro”. Y arrastradito poco a poco fui saliendo, y apenas estuve al alcance de sus manos me dio una palmada en el trasero y me abrazó. Me dijo que jamás volviera hacer eso. Que nunca en la vida había estado tan angustiada. Creo que jamás volví a recibir tantos besos de mi madre como esa tarde. Después se reían de mí con mi abuela diciendo que yo era muy zorro llegando a casa en tren y entrando por el patio. Hicieron muchas bromas, hasta decirme que ya estaba casado. Eso si fue mentira porque a la niña no la volví a ver en mucho tiempo siendo vecina. Como si se hubiera terminado un ciclo en nuestras vidas. Ya no mas viajes a robar huevos al sótano ni tampoco a seducir chicas sobre la “payasa”. Solamente invitaba a las niñas y niños a comer cerezas corazón de paloma y duraznos hermosos de pulpa blanca y rosada, y compartíamos juntos la producción de fruta de esa casona de mi niñez. Así como hoy he compartido con gusto este relato de mi supuesta “primera vez”. Gracias por tu paciencia, cordial saludo desde Colombia.

Escrito la misma noche del gran terremoto en Chile: 27 de febrero de 2010. Mi hijo Marcelo se asomó por Messenger y me dijo: “padre, esta temblando verracamente y alcancé a sacar una chaqueta y el Blackberry, bajé corriendo doce pisos y corrí hasta el cerro más alto de Viña del Mar. No hay luz ni comunicaciones. Yo estoy bien. Más tarde hablamos desde mi móvil.”

Sinceramente creo que valió la pena trasnochar para compartir un pedacito de mi vida demasiado relacionado con el Tren de Imperial a Carahue.

Posteado en Esta es mi historia

Esta entrada fue escrita por Ronald Gutierrez Candia el 14 Marzo, 2010

Tags: tren imperial carahue, vivencia
4 Comments so far

1.
Ronald Gutierrez Marzo 14, 2010 14:31

FE DE ERRATAS…¡¡QUE PENA EL ERROR! DEBE TITULARSE : ” EL TREN DE TEMUCO A CARAHUE”.
VALE LA CORRECCION.
Ronald Gutierrez C.
2.
RUTH EGAÑA Marzo 14, 2010 22:38

Gracias Ronald por compartir tan bella historia contada con la ingenuidad,sinceridad y belleza que caracteriza todo lo que haces.
3.
César Marzo 14, 2010 23:20

La verdad es que emociona sentir que las generaciones somos un poco lo mismo. Que en esencia pasamos por las mismas cosas, pero nos falta humanidad para ver que en lo profundo, no importa qué o cuánto tenemos, sino hacia dónde vamos y cómo planificamos hacerlo. Ya sea en un tren a vapor o en burro.
Gracias por dejar que te sienta cerca.
Un gran abrazo…
4.
OMAR GONZALEZ HURTADO Marzo 17, 2010 9:30

Dilecto amigo Ronald: de la manera mas comedida quiero apuntar que ¡¡¡basta ya de recuerdos!! SON MEJORES LAS VIVENCIAS..PALABRAS MAS O MENOS QUIERO MOTIVARLO PARA REGRESE A TEMUCO YA MISMO.SE LO MERECE
Pero primero vendra a su casa aca en Santiago de Chile

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1 comentario:

Omar Acuña dijo...

Qué hermoso relato; tan sencillo y poderoso, a la vez !!!
Un afectuoso saludo, desde Temuco, e un hijo,sobrino y nieto de ya desaparecidos ferroviarios del Sur de Chile.